
La tierra que duerme, 1986
Acero y óleo
66 x 120 x 39 cm
Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, Madrid. Long-term loan Collection Soledad Lorenzo, 2014
© VEGAP, Bilbao, 2017

Feliz, 1988
Construcción en acero y óleo
22 x 22 x 14 cm
Colección particular, Barcelona
© VEGAP, Bilbao, 2017

L-1, 1989
Óleo sobre papel
240 x 165 cm
Carreras Múgica
© VEGAP, Bilbao, 2017

Sombra, 2002
Silla, madera, cinta adhesiva y pintura
93 x 50 x 90 cm
Colección del artista
© VEGAP, Bilbao, 2017

Formas de vida 304 (Life Forms 304), 2003–12
Hierro, contrachapado, madera, cinta adhesiva y pintura mural
Dimensiones de la construcción: 360 x 315 x 340 cm
Dimensiones totales de ubicación específica
Guggenheim Bilbao Museoa
Foto © FMGB Guggenheim Bilbao Museoa, Bilbao, 2017, foto Erika Barahona Ede.
© VEGAP, Bilbao, 2017

Lluvia de verano (Summer rain), 2006
Pintura sobre papel impreso
132,5 x 132,5 cm, cada una
Colección del artista
Vista de instalación en KM Kulturunea, Donostia-San Sebastián, 2009
© VEGAP, Bilbao, 2017

Dream Box (Caraqueño), 1993
Contrachapado y pintura vinílica
62 x 86,5 x 68,5 cm
Colección del artista
Vista de exposición en John Weber Gallery Nueva York, 1993
© VEGAP, Bilbao, 2017

Room Under, 1995
Contrachapado, pintura vinílica, cinta adhesiva y serigrafía sobre espejo.
113 x 142,5 x 94 cm
Colección del artista
© VEGAP, Bilbao, 2017

Acrobat, 2000
Pintura mural, madera, cinta adhesiva y pintura
190 x 164 x 28 cm
Colección "la Caixa". Arte Contemporáneo
© VEGAP, Bilbao, 2017

La fábrica (Belgrado) 13, 2007
Pintura sobre soporte fotográfico
30,5 x 23
Colección particular
© VEGAP, Bilbao, 2017

Noli me tangere (la desconfianza), 2009
Elementos de aluminio fundidos y soldados, y tornillería
70 x 500 x 300 cm
Colección del artista
© VEGAP, Bilbao, 2017

Noli me tangere III, 2012
Grafito, papel, cinta adhesiva y pintura sobre papel
152 x 165 cm
Colección del artista
© VEGAP, Bilbao, 2017
La exposición
10 de marzo, 2017 – 25 de junio, 2017
Pello Irazu es una figura clave en la escena artística contemporánea. Comenzó a destacar en los años ochenta formando parte de la renovación de la escultura vasca y española; desde entonces, y a lo largo de más de tres décadas, ha desarrollado una producción que se caracteriza por su coherencia.
Alternando la escultura en su más amplio espectro —desde propuestas tridimensionales mínimas hasta híbridos objetuales y grandes instalaciones— con la fotografía, el dibujo y la pintura mural, el trabajo de Irazu explora la problemática que suscitan las múltiples relaciones existentes entre nuestros cuerpos, los objetos, las imágenes y los espacios.
Pello Irazu. Panorama presenta más de un centenar de obras del artista —entre las que se cuentan algunos de los hitos y piezas más significativas de su carrera—, articuladas en torno a un eje o dispositivo físico y conceptual diseñado por el propio Irazu para esta ocasión. El recorrido expositivo comienza con fotografías que registran sus tempranas exploraciones, efímeras, que datan de mediados de los años ochenta.
Estas piezas contienen el germen de su primera obra en acero, cuya contundencia física queda más tarde cuestionada por la pintura que la cubre parcialmente. En esta etapa inicial, Irazu establece algunas directrices que le acompañarán durante toda su trayectoria, como la limitación del tamaño de la obra a sus posibilidades físicas —de este modo, la obra actúa como condensador de un acto performativo— o su reformulación del legado del escultor Jorge Oteiza y de las corrientes derivadas del Minimalismo.
A finales de los años ochenta, Irazu comienza una reconsideración de la función del muro y de su percepción por parte del espectador, mediante pinturas realizadas directamente sobre la pared y diferentes modos de ubicar los objetos y las imágenes en el espacio.
En la década de 1990, coincidiendo con su estancia en Nueva York, el artista comienza a trabajar con materiales industriales como el tablero de contrachapado o el plástico, que sirven como punto de partida de desarrollos expresivos que contienen constantes guiños al espacio doméstico. Irazu deconstruye los objetos para reensamblarlos de forma discontinua, generando un efecto de extrañamiento respecto al significado de objetos y materiales cotidianos.
En los dibujos y pinturas de esta etapa, el artista emplea papeles encontrados, generalmente impresos, sobre los que interviene con pintura y cinta adhesiva, materiales que Irazu utiliza para crear nuevas tramas referenciales.
A partir del año 2000, de regreso en Bilbao, se inicia una nueva fase en la producción de Irazu. Sus obras cuestionan ahora los signos que le rodean mediante formas que resultan evocadoras para el espectador, pero que se alejan de sus referentes, para crear una sensación de familiaridad, ambigüedad y extrañeza. Irazu se apropia del espacio, combinando la pintura mural con materiales tridimensionales, trabajando en los difusos límites que tradicionalmente han separado las distintas categorías artísticas.